Sobre profetas y necios - La columna de Franco Ricoveri

 

Sobre profetas y necios (I)

 Cuando esté más oscuro, sabed que por allí amanece.

 

                                                                                                         Un ermitaño suburbano

 

Al Padre Leonardo Castellani, el verdadero ermitaño urbano, nunca le calzaron las botas de “profeta”. Rechazaba ese título. Sus vaticinios eran más bien las conclusiones de un Padre Brown, o Metri, o Ducadelia… Era un hombre que sabía leer la realidad de las cosas.

Y sí, el resultado parece parecido, pero cambian las fuentes y el mérito. Y también cambia el peso de esas conclusiones. Porque al profeta le creemos por fe, pero al que saca conclusiones de los antecedentes le tendríamos que creer por sus evidencias. Pues bien, no lo hicimos. Y por no hacerlo fuimos, somos y seremos una sociedad de “necios”. No queremos aprender.

Lo que hoy nos toca vivir a los argentinos ya lo describió nuestro cura hasta el hartazgo, aunque haya muerto ya hace demasiados años. Y sí, para reflexionar sobre nuestra Historia y presente hace falta esa dosis de masoquismo que él tenía. Pero eso se aguanta únicamente si está tiene el contrapeso del amor esperanzado.

En esta columnita, me propongo solamente citarlo. ¿Por desahogo? Quizás. Aunque jamás podremos olvidar que su certeza última era inconmovible: Dios juega con trampa: tiene escondido en la manga el As de Espada, la carta de la Resurrección.”

Aunque quizás por poca Fe, la Resurrección la vemos lejos. Estamos en el medio de la Pasión.

Aquí va la cita: en 1962 Castellani escribe en el diario Tribuna de San Juan lo siguiente:

“Europa debilitada se puso a tejer —o destejer—el sistema ideal de la Razón Adulta o “Iluminada” [la democracia], con el libro de un renegado neurótico como guía La Voluntad General es soberana e infalible; el gobierno debe pues ser por “asambleas”; y como no se puede asamblear a todo el pueblo, debe hacerse una pirámide de asambleas de más en más restringidas que “representen” al pueblo, hasta cuspidear en una suprema, la “Constituyente”; pero puesto que toda decisión es una reducción a la unidad, resultó fatal en la práctica que un solo hombre decidiera —Dantón, Robespierre, Bonaparte— como antaño el Rey; porque las Asambleas, que son el régimen de los discutidores, habían llegado al más mortífero tremedal. Todo esto se regó abundantemente con sangre —el árbol de la Libertad— para legar el bonapartismo, despótica falsificación de la Monarquía. Pero las colonias inglesas de América, monárquicas de instinto, inventaron el régimen de uno solo al servicio del Progreso… y del dinero; de uno que está a la vez solo y mal acompañado. Estaban allá arriba todavía elaborando su régimen sobre el papel: no estaba completo, y funcionaba un poco en el vacío, cuando copiaron el papel literalmente —de una mala traducción— en la infeliz cuenca del Plata. Y después lo cumplieron más o menos, más vale menos. Esta es la hora en que no funciona más.”

Es cierto, no funciona más. Seguimos dándole aire artificialmente, pero estamos ante el fin de una era. ¿O alguien cree que en este mundo y en esta tierra argentina gobiernan “el jefe” o “la jefa” de turno? Los “grupos de presión” tiene mayor libertad que nunca para hacer absolutamente todo lo que quieran: desde encerrar por meses a toda la población mundial o masacrar naciones enteras.

 

- Y, ¿con qué nos tragamos la famosa “sinodalidad”?

- Con la misma salsa, con tal de que sea fuerte y tape el gusto a podrido de la sustancia.

- ¿Y la libertad libertaria?

- Por favor, seamos serios. Ya ni decimos: “por los frutos los reconoceréis”, basta decir: “por sus caras los reconoceréis.”

 

                                                                                    

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