por Atanasio
Quienes hemos pasado una vida dentro de las instituciones católicas, como alumnos y luego como docentes, no podemos mirar sino con tristeza la situación actual en la que siempre se puede caer más bajo y donde nunca terminamos de tocar el fondo.
Creo que deberíamos de una vez por todas aceptar la premisa de que actualmente no hay escuelas católicas. Por eso, esas instituciones que llamamos escuelas “católicas” no pueden sino brindar una educación no-católica. Tratándose de un concepto de los que en la lógica se clasifican como infinito, “no-católico” incluye cualquier cosa que no sea católico. Para alguno podrá resultar exagerada la afirmación de que no hay escuelas católicas, pero la realidad es que las escuelas católicas hace rato dejaron de existir. Las escuelas que todavía hoy podemos seguir llamando “católicas” pueden contarse con los dedos de una mano. Las escuelas parroquiales y las que regentean congregaciones religiosas son instituciones que de católicas sólo conservan, por ahora, el nombre de algún santo o algo parecido.
Desarmar la madeja para intentar ver dónde se inició todo este desbarajuste es algo complejo por lo que me limitaré a exponer algunas ideas de lo que observo en este ambiente.
Tendríamos, en primer lugar, que decir qué es una escuela católica. Las escuelas católicas no se constituyen como tales sólo por el hecho de que tengan un par de horas a la semana una materia que puede llamarse “Catequesis”, “Religión”, “Formación Religiosa” o alguna otra denominación.
La escuela católica, además de transmitir la fe y educar en las virtudes cristianas (hablo de virtudes y no de vaporosos valores), debe comunicar una visión de conjunto que permita al alumno, que pasa entre 14 y 15 de los primeros años de su vida, una cosmovisión armónica del saber profano y la vida cristiana. Y aquí está una de las dificultades.
Para poder transmitir a los alumnos una cosmovisión cristiana de la vida y del saber se necesita contar con personas preparadas para llevar adelante la tarea. Y desde hace tiempo esto viene haciéndose cada vez más difícil. No hay personal en las ciencias profanas capaz de enseñar esa cosmovisión cristiana del mundo. Estos docentes deberían salir de los centros de formación docente con los que también cuenta la Iglesia. Pero estos centros tampoco forman docentes católicos. El mismo problema que tenemos en las escuelas católicas lo encontramos en los centros de formación docente que pertenecen a la Iglesia. Con docentes que no sólo no comparten sino que en muchos casos hasta son adversos a una enseñanza católica es imposible pretender escuelas católicas. Pretenderlo sería, expresado en términos más gráficos, como pretender armar un equipo de fútbol contando con un arquero manco, un medio-campo de ciegos y los delanteros en sillas de ruedas. Hoy la Iglesia no cuenta con docentes con esa cosmovisión que permita sostener una escuela católica.
Como la presente entrada pretende estar en línea con la anterior sobre la “Sinodalidad en las escuelas católicas”, vayamos en algunos puntos que posibiliten que puedan realizarse en estas instituciones las imbecilidades planteadas.
- Fe y Espíritu
Aquí vamos a comenzar refiriéndonos a dos temas que subyacen a varias cuesiones vinculadas a la formación religiosa.
Lo que puede observarse es una arraigada y confusa concepción sobre la doctrina católica. El Dios sobre el que hablan me recuerda a lo que decía Charly García en Confesiones de Invierno: “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir”. Es el bendito “Dios que acompaña”. O sea, un monigote de la divinidad, un ser que viene a consentir todos los caprichos del hombre. Se espantan si uno les dice que Dios es un ser trascendente. Lo ven como algo lejano, frío, malo, indiferente. No niego que en algún momento haya existido esta visión de Dios que tampoco es católica. Pero lo que tenemos hoy es un Dios que ha sido destronado. Un ser al que se le ha perdido el respeto de su divinidad. La catequesis actual no enseña que la vida cristiana tiene unos deberes con Dios. Suena a rigorismo. Hoy no se habla de mandamientos, de pecado, de virtudes, de dones, de absolutamente ningún tema que era de lo más común aprender cuando no hace mucho éramos alumnos. Mientras fuimos alumnos en la primaria y la secundaria son las cosas que recibimos en la escuela, en mi caso, entre fines de los ‘60 y la década siguiente. Traigo una anécdota para que se vea el fuerte contraste. Cuando estaba en la primaria la directora hacía la oración de la mañana y ahí aprendí la “Salve” y el “Acordaos”, la bella oración de San Bernardo. Hace unos años atrás, en una fiesta mariana, le pedí a una catequista que rece la Salve y me respondió “¡Uh, estamos al horno! ¿cómo es?” Un profesor de Historia Contemporánea ya retirado de la Universidad de Alcalá solía decir en sus programas que la catequesis actual es “Pinta y colorea”. Parece que el fenómeno no se da sólo aquí.
Si avanzamos un poco más para seguir buscando la punta del ovillo, encontramos que padecemos la interesante esquizofrenia de gente que estudió para enseñar y predicar que la doctrina católica no hay que estudiarla. Sí, es así aunque usted no lo crea. Se baja línea en el sentido de que a Dios no hay que enseñarlo sino que se trata de hacer la experiencia de dios. Es en las vivencias, en el compartir la vida, en las mateadas de la pastoral donde se puede experimentar el amor de Dios. Cuando esta gente me explica lo que para ellos es la fe, no puedo no pensar en un Schleiermacher al que, obviamente, no han leído, pero del que toman esta forma de entender la fe. Para esta gente la fe no puede ser un acto de la inteligencia y de la voluntad. Es muy intelectual. No, se trata de la vivencia de Dios. Schleiermacher era panteísta y para él la fe era la intuición que funde al sujeto humano en la totalidad. Aquí no se animan a ser explícitamente panteístas pero la vivencia los pone en contacto con ese “Dios que acompaña”. Y si algún desprevenido piensa que la “pastoral” hace referencia al pastor que guía al rebaño, el pueblo fiel, lamento decirle que no. La pastoral consiste en tener buen trato con la gente, reunirse a tomar mate (esto es algo que no pueda faltar) y cuando la pastoral sale a misionar, es para ir a repartir polenta, paquetes de yerba y tener un acercamiento a las periferias.
Y también el Espíritu Santo. Como somos todos buenos amigos de este Dios que acompaña, no vamos a andarnos con tantas formalidades: es el Espíritu a secas. Cuando se los escucha hablar del Espíritu, todo lleva a pensar que lo conciben como una especie de Geist al estilo hegeliano. Da la impresión de que se trata de una fuerza impersonal que “mueve” y “arrastra” y sobre todo sirve para justificar cualquier cosa porque todo surge del Espíritu que ha iluminado e inspirado. Para el católico el Espíritu Santo es una Persona divina.
Y no extrañe la despersonalización del Espíritu Santo que también va acompañada de una pérdida de sus rasgos divinos. Con Cristo tampoco es claro que lo entiendan como Persona divina. En realidad, pocas veces se refieren a Él como Cristo; se trata más bien del amigo Jesús. Son arrianos, pero sin saberlo. Si se presta debida atención a cómo hablan, ninguno niega que sea hijo de Dios; pero es así, hijo con minúscula y entre líneas puede entenderse que lo conciben al modo de las herejías adopcionistas de los primeros siglos. Inconscientemente arrianos, porque para darse cuenta de ello habría que estudiar; mas no se trata de estudiar sino de “hacer la experiencia de Dios”.
Las clases de catequesis, en definitiva, no son más que momentos de autoayuda, para pensar en cómo se siente cada uno, reflexionar sobre la convivencia escolar. Y nunca puede faltar una “dinámica” que anime el encuentro. Si el catequista asistió a algún centro de formación y obtuvo un título en “Ciencias Sagradas” se corre el riesgo de que introduzca en el alumnado ideas contrarias a la fe católica. Si no estudió “Ciencias Sagradas”, concurre a llenar un momento de dinámicas y juegos.
Es difícil remontar esto cuando quienes dirigen están totalmente convencidos de estas nuevas formas de catequizar “haciendo la experiencia de Dios”. Es también difícil que en puestos directivos ocupados por personas no creyentes vaya a importarles las cuestiones de la fe. Aunque el panorama podría ser más completo, esto es lo que a diario se ve en las “escuelas católicas” de la provincia de Buenos Aires. No me lo han contado sino que “hago la experiencia” desde adentro.
2.Cosmovisión católica y los curricula
Habíamos dicho más arriba que no basta con que se enseñe la catequesis en la escuela para que ésta sea católica. Debe haber una unidad, una armonía entre el saber profano y la fe.
Es verdad que hay unos diseños curriculares que prescriben las materias, los temas que deben enseñarse en cada una, el cómo enseñar incluyendo sugerencias sobre la evaluación y la bibliografía.
Es verdad que está la ESI y la presión es fuerte: el estado provincial envía a las escuelas libros, folletos y carteleras, convocan a reuniones para directores, para docentes, etc. Pero, el que quiera ver a la ESI como algo que se impone puramente desde fuera a las escuelas católicas, tenga presente que no es tan así. No fue la ESI la que introdujo temas como, entre otros, la anticoncepción. Hace rato que esto estaba instalado en las escuelas “católicas”. Y sobre todo lo vinculado al llamado “género” y las desviaciones contra natura introducidas, se calló. No sé de escuelas “católicas” que hayan salido a plantarse frente la ESI. Lo hicieron agrupaciones de padres. No se escuchó la voz de las estructuras eclesiales.
Es verdad que los diseños curriculares no ayudan. Pero antes de estos diseños la cosmovisión ya no era católica. ¿Se enseña la Historia como el quehacer del hombre en el tiempo?, ¿como el entrecruzamiento de las acciones libres de los hombres?, ¿Se habla del plan de Dios, la Providencia, el fin supratemporal de la historia? Se la trata y se la trató como una cronología comentada de hechos selectos que justifiquen la política educativa de turno. ¿Se le muestra al alumno la riqueza que nuestra civilización heredada de Grecia y Roma? ¿Se les enseña el pío respeto a la tradición? El lector adivinará cómo se presenta al medioevo o la evangelización de América. Cuando se estudia la Revolución Francesa ¿se les explica la guerra de la Vendée?
Lo que en otros momentos era “Castellano” o “Lengua” se trocó en “Prácticas del Lenguaje”. Y con estas “Prácticas” el inicio de la destrucción del lenguaje. Ya no se estudia la gramática porque es un rigorismo normativo. Cada uno puede hablar según su propio argot. Y como esto se extiende a los profesorados y no pueden faltar, por supuesto, los “especialistas” en ciencias de la educación que avalan todo esto, terminamos en que muchos docentes de las últimas camadas no pueden escribir en cursiva, son incapaces de redactar y expresar una idea con claridad; desconocen los signos de puntuación, las reglas ortográficas y la diferencia entre mayúscula y minúscula.
Y así podríamos seguir recorriendo otras áreas que se enseñan en la escuela. Tal vez podría ser materia de otra entrada.
Ya se está haciendo largo, así que voy terminando con una última reflexión sobre los docentes. Llama la atención la poca convicción de los docentes más viejos. Puedo entender que un joven recién salido del profesorado venga a exponer en las aulas sus ideas de “avanzada” que no son más que pura ideología. Pero los docentes viejos se han acoplado a muchas cosas que se impusieron en los últimos años sin inmutarse. Esto debiera hacernos ver que el problema de las escuelas católicas viene de bastante antes, y como puede advertirse, no es ni de fácil ni de inmediata resolución.
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