Desde hace más de 6,000 años, el azul egipcio ha fascinado al mundo con su intensidad y durabilidad. Fue el primer pigmento sintético creado por la humanidad, nacido de la fusión de sílice, calcita, cobre y natrón a altas temperaturas. Los egipcios lo usaron para decorar templos, estatuas y tumbas, asociándolo con el cielo y la divinidad. Pero su historia no termina ahí: este pigmento sigue sorprendiendo a la ciencia moderna gracias a su capacidad de emitir radiación infrarroja, lo que ha permitido identificarlo en artefactos antiguos sin dañarlos.
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