El Triunfo, también bautizada como La Fortuna, fue un almacén de ramos generales, lugar de juego, testigo del surgimiento del tango y cuna de la cultura porteña.
La historia de Buenos Aires se respira en cada rincón de la Boca del Riachuelo. En ese lugar, señalado como la génesis de la cultura porteña, un antiguo almacén y pulpería conocido como El Triunfo —bautizado originalmente La Fortuna— está siendo objeto de una meticulosa restauración por parte del Gobierno de la Ciudad.
El emblemático sitio, parte del complejo Barraca Peña, no fue solo un punto de venta y avituallamiento de marinos y mercantes, sino un verdadero epicentro de la vida social: el encuentro social, el juego y hasta la prostitución se entremezclaban con la provisión de comida y alcohol, reflejando el pulso y la diversidad de una ciudad en pleno nacimiento.
A fines del siglo XVIII y principios del XIX, Buenos Aires ostentaba un récord en la América Española: era una de las ciudades con mayor concentración de pulperías.
Las cifras son contundentes: se estima que hacia 1810, la provincia de Buenos Aires, incluyendo la capital, tenía cerca de 500 pulperías. Ya en un padrón de 1793, solo en la ciudad se contabilizaban 392 establecimientos, lo que da cuenta de su predominio como centros de abastecimiento y encuentro social.
En ese Buenos Aires portuario y bullicioso, El Triunfo era la carta de presentación de los recién llegados, donde se mezclaban las historias anónimas y melancólicas del destierro con los primeros compases de una música que se convertiría en emblema nacional.
Para 1910, a pocos metros de ahí, en la esquina de Suárez y Necochea se escucharía el debut improvisado del bandoneonista Genaro Espósito, quien, según la leyenda, tocaba “de oído”. Canaro y Castriota lo aplaudían, mientras la figura de un joven veinteañero llamado Benito Juan Martín Chinchella daba vueltas por ahí, absorbiendo la esencia del barrio que luego inmortalizaría en sus lienzos, firmados con su seudónimo: Quinquela Martín.
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