Cine- Análisis de la serie El Eternauta. Nicolás Canale para El Cimarrón

 

El Eternauta y lo argentino

El reciente estreno de la serie El Eternauta en Netflix ha generado un inesperado revuelo. La miniserie de seis episodios, dirigida por Bruno Stagnaro (Pizza, birra y faso; Okupas; Un gallo para Esculapio), fue producida íntegramente en Argentina y por argentinos, y en su primera semana de estreno se ubicó en el Top 10 de la mayoría de los países, en muchos de los cuales se posicionó como la número 1.

La historia, basada en la historieta homónima de Héctor Germán Oesterheld publicada entre 1957 y 1959, sigue a Juan Salvo, un hombre común que, junto a su familia y un grupo de vecinos, intenta sobrevivir a una invasión extraterrestre que asola Buenos Aires. Aislados por una nevada mortal, deben organizarse, resistir y luchar. La trama, de tono apocalíptico y profundamente humano, propone una visión del heroísmo basada en la solidaridad y el trabajo en equipo.

En medio de un panorama audiovisual muchas veces colonizado por narrativas extranjeras, esta adaptación, considerada una superproducción sin precedentes en el país, logra algo poco frecuente: mantener con orgullo elementos profundamente argentinos como el truco, el mate y la calle porteña (aunque toda cubierta de nieve), y darles proyección internacional sin perder la raíz. Incluso introduce, de forma novedosa y valiosa, la temática de Malvinas: Juan Salvo, el personaje principal, interpretado por Ricardo Darín, es un Veterano de Guerra que arrastra consigo las huellas de aquel combate por la soberanía nacional, mientras se adentra en uno nuevo, en el que se encuentra con un viejo camarada que cumple un rol ejemplar (que no quiero spoilear). Además, el único flashback de la serie remite a la batalla de Monte Longdon. Por otro lado, se incluye un emotivo homenaje al pueblo peruano por su apoyo durante el conflicto del 82.

Como dato de color, vale destacar que, en todas las traducciones, incluso en inglés británico, se respeta el nombre “Malvinas” y no el impuesto por los ingleses. En un posteo en LinkedIn, Daiana Estefanía Díaz, encargada de la traducción, dijo: “era la única opción viable, no tuve la menor duda. No sólo porque jamás se me ocurriría usar en ese contexto y en una producción argentina un nombre que no sea Malvinas, sino además porque sé que ningún argentino, sea real o ficcional, las llamaría de otro modo”.

Aunque la historia del autor, Héctor Germán Oesterheld, y su vinculación con el grupo terrorista Montoneros ha sido eje de polémica, la serie opta por una lectura más universal y humana: “nadie se salva solo”. Esta frase, lejos de ser un eslogan político, recuerda una verdad esencial de la tradición cristiana: que el hombre no es una isla y que sólo en comunidad, en fraternidad, puede sobrellevar el dolor y reconstruir la esperanza.

Naturalmente, no todo es perfecto. Algunos espectadores señalaron ciertos altibajos en las actuaciones y los diálogos, especialmente en los primeros episodios. También se percibe que aún estamos dando los primeros pasos, como país, en el desarrollo de un lenguaje propio para géneros como la ciencia ficción o el fantástico, que hasta ahora han sido patrimonio casi exclusivo del mundo anglosajón. Aun así, lo logrado es un avance valiente y necesario.

El Eternauta aparece, en un tiempo de fragmentación cultural y de pérdida de símbolos comunes, como un fenómeno que vale la pena observar y, sobre todo, debatir. Porque si algo demuestra esta serie es que todavía podemos contar nuestras propias historias con dignidad, y que quizás haya una nueva generación dispuesta a librar, desde el arte, una nueva batalla por el alma de la Patria.

 

Nicolás Canale

(Fundador de Faro Films y Guionista y Director de 1982 La Gesta*)*

 

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