Miguel Ángel Buonarroti pasó parte del verano de 1530 bajo tierra, en una habitación secreta que hoy se puede visitar y donde aparecen bosquejos de obras que cuentan la historia de vida del artista.
Mientras era buscado por las calles de la ciudad italiana de Florencia con una sentencia de muerte, glorias del pasado, fantasmas de su presente y proyectos para un futuro incierto pasaron de su mente atormentada a los rincones de este refugio secreto, que permaneció oculto por siglos.
Sobre su cabeza estaban las tumbas de los Médici en la basílica de San Lorenzo, un proyecto que él mismo había construido para la familia que quería matarlo. La también llamada Sacristía Nueva es hoy el Museo de las Capillas Mediceas, que depende a su vez del Museo Nacional del Bargello. Los visitantes que pasan por este monumento y contemplan las esculturas que adornan las tumbas de Lorenzo de Médici, duque de Urbino, y Giuliano de Médici, duque de Neimours, caminan por encima de la recámara subterránea donde su autor se escondió por su vida. Desde el año pasado, con una reserva previa, también pueden bajar las escaleras por un estrecho pasillo para adentrarse en este espacio, conocido como la “habitación secreta” de Miguel Ángel.
Quienes descienden por los antiguos peldaños entran en una recámara rectangular, de 10 metros de largo y tres de ancho, con un techo abovedado que alcanza una altura de 2,5 metros en el punto más alto. “Hoy en día, los niveles de humedad son monitoreados, pero en el siglo XVI debió ser húmedo e incómodo para pasar muchas horas. A menos que se enciendan las luces, es bastante oscura, incluso en el día”.
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