-¡Ayudame -le dije a mi nieto mayor-, necesito una mano! Decime: si te digo la palabra “niño”, ¿en qué pensás?
-En mis amigos...
-Ahí está lo grave…
-¿Qué es lo grave? ¿Mis amigos?
-Perverso… más que grave...
--¿De qué hablás abuelo? -me dijo, mirándome como si estuviese loco-.
-Nada… Estaba pensando en la porquería que hicieron para la inauguración de los Juegos Olímpicos. Y pensaba en que había una vez un país, un mundo que cuidaba a sus chicos… en cambio ahora… Quizás cuando aparece un Lucio, un Loan, nos preocupamos un ratito, pero después hacemos lo posible para que sus casos se multipliquen… mientras, hipócritamente nos lamentamos, hasta que pronto olvidamos el caso y la realidad de los chicos es cada vez más terrible.
-Ahh… -respondió mi nieto por suerte sin entender-. ¡Me voy a la plaza!
-¡Dale!
¿Y qué le iba a decir? ¿Que no vaya? ¿Que afuera lo acechaban mil peligros? ¿Que lo podían secuestrar, desaparecer…? ¿Qué vivía en un mundo hostil que engaña, instrumentaliza y en el fondo odia a los niños?
Porque a mí nadie me saca la certeza de que haberle cambiado el nombre de “Día del Niño” por Día de las infancias” es una forma más de negar la realidad de las cosas, cambiarles el nombre para tratar de cambiar el mundo y no para bien. Y en ese mundo los niños molestan.
BAJA NATALIDAD
Si tenemos en cuenta que en nuestra pobre Argentina se nos han derrumbado los nacimientos… Si hoy por muchas causas nacieron cerca de un millón de chicos menos que los que deberían haber nacido, no me digan que es por buenas razones. A muchos los mataron en el vientre de sus madres, otros directamente son frutos de la elección de parejas que prefieren tener un gato o un perrito en vez de un bebé. La cosa es que estamos en una sociedad suicida…
Una razón es la falta de esperanzas de los que debieran ser padres y no quieren. Otra, el egoísmo de muchos. Es triste. Claro, estos adolescentes perennes que sólo piensan en divertirse… Cuando quieran tenerlos va a ser tarde…
Pero hay una tercera causa que no puedo todavía decirle a mis nietos, que hace unos años parecía propia de un “conspiranoico”, pero que hoy ya es evidente. Esto está planificado. Lucio no fue asesinado solamente por una pareja de degeneradas que lo torturaron. Al pobre Loan, ¿lo habrá secuestrado una red de pedófilos? Y no, no son hechos aislados (es tan horrible pensarlo que tengo que salir a la plaza para, desde lejos, vigilar a los chicos). Pero es más que probable. Vivimos en una sociedad enferma. Parece que estamos metidos en una escena más de “Sonido de libertad’.
Esta película, dirigida por Eduardo Veráustegui, delataba hechos reales que se repiten mientras miramos para otros lados. Quizás porque los secuestrados, violados, descuartizados para vender sus órganos todavía son pocos. Y pobres. Pero no podemos dejar de ver que son el fruto natural de un mundo diabólicamente egoísta. Ayer leía un triste posteo en Facebook. Decía algo así: “Mi abuela tuvo 12 hermanos, mi madre 5, Yo tuve un hermano y una hija. Mi hija tiene un gato. Vamos hacia la extinción”.
Es una realidad, con humor sí, pero cierta. Y más duros eran los comentarios: “Mejor así”, podrían resumirse los de la mayoría. “Mejor un gato”. Por eso no festejamos al “niño” que tiene cara y nombre. Al que hoy tenemos que cuidar. Festejamos “las infancias”, así de anónimas. Les llenamos la vida de porquerías y mezquinamos lo único que necesitan: nuestra guía y ejemplo, nuestro tiempo. Y dejamos que los secuestren y maten. Como a Lucio, como a Loan, como a miles y miles cuyos nombres no conocemos. Ni queremos ver. Mirando la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, en la que se veía niños saltando entre travestis semidesnudos y drags (¡ni sé que es eso!) pensaba en ellos… Y en que, si seguimos dejando que las ideologías llenen las aulas de nuestros Jardines y Escuelas, vamos en camino de tener cada vez más Lucios y Loanes. Mientras tanto, en agosto, parece que vivimos en una sociedad que quiere a los chicos. Porque el “día de las Infancias” es un gran negocio.
Me voy hacia la plaza. Como si nada me acerco a los chicos y los miro… Con una nostalgia terrible pensando en que había una vez un mundo que cuidaba a sus niños porque sabía que eran lo más importante… Todavía hay pueblos que saben cuidarlos. Muchas veces son los más sencillos. Ahora peligran y hay que defenderlos. A todo precio.
Comentarios
Publicar un comentario