A lo largo de su vida, Juan Manuel de Rosas fue deseado por muchas mujeres. No era para menos: la simetría de sus formas, su mirada penetrante y su imponente personalidad deslumbraron a varias personas desde su juventud. Según detalles aportados por Lucio V. Mansilla, sobrino del Restaurador, siendo muy joven Rosas mantuvo numerosos amoríos. Todos ellos de modo discreto. Hasta que en 1813 eso cambió cuando llegó una mujer a su vida que lo cautivó para siempre.
Encarnación Ezcurra y Arguibel era parte de la alta sociedad porteña y embelesó al futuro líder apenas se conocieron. Con escarnio y cierta pereza mental, los unitarios se burlaron de aquella mujer porque aseguraban que tenía facciones "un tanto viriles". Sin embargo Rosas jamás se fijó en eso. El temperamento fuerte, decidido e impetuoso de Ezcurra lo sedujo fuertemente. No necesitó más para amarla.
Al parecer, se trató de verdaderas almas gemelas. Fue el propio Mansilla quien escribió: "La encarnación de aquellas dos almas fue completa. A nadie quizá amó tanto Rosas como a su mujer, ni nadie creyó tanto en él como ella; de modo que llegó a ser su brazo derecho, con esa impunidad, habilidad, perspicacia y doble vista que es peculiar a la organización femenil. Sin ella quizá no vuelve al poder. No era ella la que en ciertos momentos mandaba; pero inducía, sugestionaba y una inteligencia perfecta reinaba en aquel hogar, desde el tálamo hasta más allá".
Luciana Sabina para Infobae
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