El entretenimiento-La columna de Alejandro Canale Bécquer

 

 

En momentos de la humanidad en que el entretenimiento se ha convertido en una industria; que por cierto factura millones, la posibilidad de leer va cada vez con mayor velocidad desvaneciéndose. Ni hablar de la audacia de escribir a mano. Como tantas habilidades que el hombre moderno va perdiendo, hemos casi perdido la habilidad de escribir a mano. Sino que lo digan los profesores que deben corregir exámenes. No hablo aquí de la sintaxis o de la ortografía, eso sería demasiado osado; ni tan siquiera hablo del sentido de las oraciones. Hablo sencilla y claramente de grafía, esto es el arte de dibujar las letras sobre el papel.

Como decía el entretenimiento se ha vuelto algo muy significativo, desde lo económico. El ocio debe estar siempre completo, y lo curioso es que nuestro tiempo de ocio-entretenimiento es cada vez más exiguo. Cada vez más llenamos el tiempo con el indispensable entretenimiento. Aquí nos detendremos en la palabra entretenimiento. En su etimología.

Entretenimiento proviene del verbo entretener, que a su vez deriva de las voces latinas inter (“entre”) y tenere (“tener”), es decir, “tener entre”. Entonces entretenimiento será  aquello con lo que uno se entretiene es lo que tiene entre dos momentos.

En el colegio, en la universidad, las clases tienen que ser divertidas. El profesor debe convertirse casi en un entertainer (a la manera norteamericana).

De una entrevista en la televisión lo que menos importa es que se diga la verdad o al menos que se aspire a clarificarla: lo decisivo es que sea divertida, que me entretenga. Muchos no escuchan música clásica porque es aburrida. Los ejemplos se podrían multiplicar. Obsérvese: lo divertido es como «si diera» la posibilidad de existir.

“El entretenimiento se eleva a un nuevo paradigma, a una nueva fórmula del mundo y del ser. Para “ser”, para formar parte del “mundo”, es necesario resultar entretenido. Solo lo que resulta entretenido es “real” o “efectivo”. Se dice que fulano o mengano es divertido, o al menos entretenido. Con ese adjetivo calificativo, la persona en cuestión está bendecida con la anuencia de todos.

Vuelvo a las clases (tal vez ya se habrán dado cuento que soy docente). Las clases tiene que ser entretenidas; el profesor debe captar la atención del alumno, ese parece ser el imperativo actual. En realidad la clase no debe ser entretenida; la clase debe ser interesante; debe ser un desafío permanente a saber más. La clase debe ser una dislocación momentánea de todo lo banal, de todo lo superficial, de todo lo sobrante. La clase debe ser, o al menos aspirar ser el lugar donde el hambre por aprender sea tal que nunca nadie salga satisfecho.

Volviendo al entretenimiento, resulta al menos llamativo el momento en que vivimos cuando cualquiera sin ninguna gracia ensaya un paso musical grotesco y perdemos literalmente tiempo en verlo Tik Tok mediante, e incluso difundirlo y comentarlo y no somos capaces de charlar con alguien, de escucharlo, de saber su historia. Esa historia que como decía Desiderata, todos tenemos, incluso el tonto y el ignorante.

Temps fugit, diría el filósofo; y es verdad; el tiempo, nuestro tiempo está siempre huyendo de aquel lejano punto de partida. El punto al que ya no volveremos sino con la memoria. Pero para tener memoria es preciso cultivarla.

 

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