UNA INSTRUCTIVA ANÉCDOTA DEL CONGRESO NACIONAL
Por Héctor
Pérez Bourbon
Durante el gobierno de Alfonsín, el Ministerio de
Economía había dispuesto una serie de medidas a las que el justicialismo se
oponía.
En una sesión de la Cámara, el Presidente del Bloque
Justicialista, José Luis Manzano, pidió la palabra para una cuestión de
privilegio. Las cuestiones de privilegio se plantean cuando algún diputado
considera que las prerrogativas constitucionales del cuerpo o de alguno de sus
integrantes han sido vulneradas.
En este contexto pidió la palabra Manzano, quien
simplemente utilizó la excusa de la moción de privilegio para castigar
duramente esta medida del gobierno. Distintas argumentaciones tangenciales le
permitieron a Manzano terminar su crítica, sin que se supiera cuál había sido
el avasallamiento de prerrogativas.
Inmediatamente, el presidente del bloque
oficialista, el diputado César Jaroslavsky, pidió también la palabra para una
cuestión de privilegio. Cuando le fue concedida la palabra, comenzó diciendo:
“Señor Presidente: naturalmente no tengo intención de perturbar el desarrollo
de la sesión, pero no puedo dejar pasar por alto este viejo recurso
parlamentario de utilizar el mecanismo de una cuestión de privilegio
inexistente para insertar un discurso de oportunidad con relación a las
circunstancias que estamos atravesando los argentinos en estos días”. La
cuestión de privilegio de Jaroslavsky tampoco existió nunca, pero pudo
responder y contrarrestar las críticas de Manzano.
Ante esto solicitó la palabra el diputado
Aramburu, del Partido Intransigente. Preguntado por el Presidente de la Cámara a
qué efectos solicitaba la palabra, respondió: “Para plantear una cuestión de
privilegio con las mismas facultades que los dos oradores preopinantes, pues parece
que, desgraciadamente, éste es el único medio que hemos encontrado para
discutir la política económica nacional”.
Por supuesto le fue concedida la palabra y pudo
explayarse sobre la cuestión.
Como se ve, siempre subyace la posibilidad de que
en una sesión aparezca la manifestación del pensamiento del variado espectro
político del Congreso sobre un tema determinado. Y esa manifestación puede, en
el recinto, tomar los carriles más insospechados. En los diarios de sesiones se
ve que esta vocación política de las cámaras puede surgir en momentos tan
disímiles como la discusión de una ley, una moción de sobre tablas, en la hora
de homenajes o, como en este caso, planteando una cuestión de privilegio. Éstas
y otras muchas posibilidades son todas absolutamente válidas.
Porque el recinto está para eso. Para que se
exprese la opinión política de la ciudadanía a través de sus representantes. No
para discutir los textos legales. Esa discusión se dio en comisión y carece de
sentido repetirla.
Extraído de: Héctor
Pérez Bourbon, Para entender al Congreso. Ed. Dunken. Buenos Aires. 2009. La
versión completa de puede verse en el Diario de Sesiones de la Cámara de
Diputados, año 1988, p. 7822 a 7825.
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