La amistad perfecta es la de los hombres virtuosos y
que se parecen por su virtud; porque se desean mutuamente el bien en tanto que
son buenos, y yo añado, que son buenos por sí mismos. Aristóteles, “Etica a
Nicómaco”.
Las olimpíadas de
Berlín de 1936, eran sin dudas un acontecimiento único para el III Reich. El
reciente fulminante ascenso de Adolf Hitler al poder se consolidaría con unas
olimpíadas dignas de memoria, que resaltarían, según su pensamiento, la
supremacía de la nación aria y sus deportistas.
No contaba el
canciller alemán con un competidor que estaba llamado a ser leyenda, el punto
es que era estadounidense y afrodescendiente. Hablamos del colosal Jesse Owens.
El atleta
estadounidense se alzaría en esas olimpíadas con cuatro oros, 100 metros,
200 metros, relevos 4×100 y salto en largo. Hazaña sólo superada por su
compatriota Carl Lewis lo batiera en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de
1984.
En la prueba de salto en largo competiría con la esperanza
alemana Carl Ludwig ”Luz” Long. Este alemán oriundo de Leipzig, hijo de una
acomodada familia ya tenía entre sus antecedentes varios logros a nivel europeo
y era un candidato en la prueba de salto en largo.
La orden que tenía “Luz”, era muy clara y directa; derrotar
a Owens y dejar en claro la superioridad alemana. “Luz” era todo lo que se
esperaba de un alemán, alto (1.84 cm.), rubio, de ojos celestes. Sin embargo en
varias cartas escritas a su madre, “Luz” afirmaba que “la raza y el color de
piel no tienen importancia, no determinan el destino de un pueblo”.
En ese contexto comienza la clasificación para la prueba de
salto en largo. Owens realiza un salto de entrenamiento, aún sin desvestirse, y
los jueces lo tomaron como válido, siendo que sólo le quedaban tres, habiendo
fallado el primero. Visiblemente amargado Owens falla el segundo, restándole
sólo uno para clasificar y sin posibilidad de fallos.
En ese momento “Luz” se le acerca y habla con Jesse, dándole
un consejo que resultaría vital.
“¿Por qué no trazas
una línea unos centímetros en la parte posterior de la tabla y despegas desde
allí?”, dijo Long. “Te asegurarás de no cometer falta, y ciertamente debes
saltar lo suficiente para calificar. ¿Qué importa si no eres el primero en las
pruebas? Mañana es lo que cuenta”.
Owens terminó llevándose el oro con un nuevo récord olímpico
de 8.06 metros, en tanto que Long se alzó con la medalla de plata tras su marca
de 7.87 metros. Luz Long, fue el primero en felicitar a Owens y luego caminó
por el estadio del brazo del norteamericano. Y Hitler se fue para no darle la
mano a Owens.
Sin embargo esta es sólo la primera parte de la historia. La
segunda y más emotiva se da más adelante.
Después de retirarse del deporte definitivamente trabajó
como abogado hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial.
Por una decisión del Tercer Reich, los deportistas de élite
alemanes tenían el privilegio de no combatir en el frente de batalla, pero Long
se alistó y luchó en la división Hermann Göring. Fue herido durante la invasión
aliada de Sicilia y finalmente falleció el 13 de julio de 1943 en un hospital
británico.
Aquí viene lo importante.
Jesse y Luz mantuvieron correspondencia después de Berlín,
aquí reproducimos la última carta de Luz a Jesse, desde el Frente italiano
“Estoy aquí, Jesse, donde parece que solo hay arena seca y
sangre húmeda. No temo tanto por mí, mi amigo Jesse, temo por mi mujer que está
en casa y por mi pequeño hijo Karl, que nunca ha conocido realmente a su padre.
Mi corazón me dice, para ser honesto contigo, que esta es la última carta que
escribiré. Si es así, te pido un favor. Es algo muy importante para mi: que
vayas a Alemania cuando esta guerra termine, encuentres a mi hijo Karl y le
cuentes sobre su padre. Dile cómo era cuando no estábamos separados por la
guerra, dile cómo pueden ser las cosas entre los hombres en esta tierra. Si
haces esto, te confiaré algo que seguro quieres escuchar. Aquella tarde, en
Berlín, cuando me acerqué a ti, me di cuenta que lo hacía por algo más que los
Juegos Olímpicos. Un propósito mayor aún que nuestra amistad. Ojalá esta carta
llegue a ti.
Tu hermano, Luz”
Jesse viajó a Alemania para encontrar a Kai Long, y fue su
padrino de boda.
Lo que más recuerdo fue la amistad que tuve con Luz
Long", escribió Owens más tarde sobre ese período de su vida. "Fue mi
rival más fuerte, sin embargo, me recomendó que ajustara mi actitud en la ronda
de clasificación y, por lo tanto, me ayudó a ganar. Hitler debió haber vuelto
loco al vernos abrazados”.
El mensaje de Long trascendió los tiempos: en su honor, una
calle cerca del estadio de la ciudad natal del alemán y otra del Estado
Olímpico de Munich llevan su nombre. También, de manera póstuma, recibió la
medalla Pierre de Coubertin. Luz y Jesse. Long y Owens. Un abrazo y una amistad
más perdurable y humana que cualquier loco intento de superioridad racial.
Comentarios
Publicar un comentario